Con una sonrisa y la V de Victoria

Hoy he estado con mi tía toda la mañana en el hospital. Está malita. Hemos estado casi cinco horas observando a gente, que como ella, se está sometiendo a tratamiento para poder curarse de su enfermedad.

Y por un momento he pensado en la posibilidad de que toda esa gente tuviese la opción de salir corriendo hacia un lugar donde no existiese nada de eso..., ni dolor, ni delgadez, ni pañuelos en la cabeza..., que no tuviesen que ser sometidos a semejante tortura.

¿Cuánto darían por no tener que pasar por ésto?

Y luego a una le da por pensar en que algunas veces te levantas y no quieres ir a trabajar, y en lo que te cuesta hacer las cosas que no te gustan, pero que sabes que tienes que hacer..., y la de veces que nos quejamos por cosas absolutamente tontas e intrascendentales. Y todo eso, estando sanos y encontrándonos bien. Y pienso que no hay derecho. Pienso que deberíamos tener instalado un chip, de tal forma que cuando nos quejásemos sin razón, el chip nos arrease un calambrazo. A más de uno le estarían todo el día atizando descargas.

Creo que tenemos que ser conscientes de lo que tenemos cada uno, de las cosas malas, pero también de las buenas, y valorar éstas, sobre todo. Y aprovecharlas... Y disfrutarlas... Y vivir...!!

La vida es muy corta y, o la vives, o te la cuentan.

Me voy a la playa con mi hijo. ¡Por fin!

Sí, ya sé que he estado en Irlanda, y en Zaragoza, pero a mí, las vacaciones, sin playa, no me lucen igual.

No puedo evitar la necesidad de ver el mar, de que mis pies toquen la arena, de aspirar ese olor a sal, poder escuchar las olas como golpean contra la orilla y ... nadar.

No estaremos muchos días, los justos para renovar el aire y retomar con más fuerza todo lo que nos espera. Ya saben que les mantendré informados de todo, pero ... eso será a la vuelta.