Soy del 63. La mayoría de los que entrais en éste, mi rincón, sabéis eso, y también sabéis lo que he hecho yo en mi vida, y a lo que me he dedicado, a lo largo de todos estos años. Estudié formación profesional, Secretariado para ser más exáctos, y claro, es lo que llevo haciéndo la friolera de 21 años. Y desde el año 89 que comencé siendo la secretaria de una periodista, pasando por una empresa de promoción de suelo, y terminando por el ayuntamiento, donde hago expedientes sancionadores, basicamente, lo que puedo decir que soy es eso, administrativo.
Pero antes de encontrar trabajo como tal, también hice otras cosas, entre ellas, ir por las casas promocionando el vídeo comunitario, despachando pan en una panadería, estuve en una tienda de caramelos muy conocida, en Gran Vía, llamada Caroline, de esas que te servías tu mismo... He cuidado niños, y por supuesto, también he limpiado casas.
No sólo lo hice durante mi estancia en Londres, que te decían que ibas de aupair, intentando hacerte creer que solo cuidarías a los niños, pero de eso nada, tenías que planchar, sacar brillo a la plata (es que en esa casa de las inglaterras en la que yo estuve había plata que limpiar, sí), sino que también lo hice aquí en Madrid, a mi regreso, en una casa en Ventas, donde eran 4 de familia, y aguanté cerca de un año.
Pues bien, en mis taitantos años de vida es la primera vez que tengo una experiencia como la que he tenido hoy.
Mientras yo escribo este post desde mi habitación, hay una señora en el salón de mi casa, que está planchándome toda la ropa que tengo pendiente de plancha, y que en lo sucesivo, me va a ayudar con la casa, sobre todo, en las tareas más ingratas y costosas.
Todavía no soy del todo consciente de lo que significa eso, o de lo que va a significar para mi.
El que yo pueda dedicarme durante dos horas a escribir en mi blog, a ver una película, o pueda salir a hacer ejercicio sin tener en la mente que tengo que ponerme en algún momento a planchar, eso que tanto odio y que me fastidia la espalda por días..., éso, creo yo, todavía no lo he podido apreciar.
Pero de momento puedo decir que me encanta, que es el mejor regalo que he podido hacerme, y que me lo merezco. No creo que pueda emplear ese dinero en algo más provechoso ni mejor para mi cuerpo y para mi mente.