Elecciones matadoras
Os preguntaréis... ¿cómo que elecciones matadoras...? ¿matadoras para quien...? ¿estará Ani refiriéndose a algún grupo político en concreto...? ¿habrá perdido el norte...? No, no y no, por supuesto que no, ya sabéis que yo nunca hablo de politica ni de futbol, jeje, me lo prohibe mi religión, de la que tampoco hablo. Os cuento.
No es nuevo que ando mal de pelas, noo? Pues bien... Todo empezó hará cosa de un mes. En el Ayuntamiento donde trabajo le oí comentar a una compañera, de edificio, no de empresa (ya sabéis que trabajo sola, como los asesinos a sueldo de las pelis) que estaban tomando nota de personas interesadas en trabajar el día de las elecciones del día 27 de mayo. Ante mi escasez de liquidez, agudicé el oído y me enteré de donde había que apuntarse, de cómo, de cuándo y sobre todo del cuánto, que era lo que más me interesaba.
Se trataba de estar, desde un poco antes de la apertura de los colegios, y hasta el fin del escrutinio, en uno de ellos, el que te tocara en suerte, y hacer unas cuantas llamadas a lo largo del día, comunicando, al Ministerio del Interior, los votos acaecidos hasta ese momento. Luego, a partir de las ocho de la tarde, hora en que se cierran los colegios, estar presente en el recuento de votos y recoger una serie de actas. Terminaríamos comunicando, cuando todas las mesas hubiesen terminado, el resultado final de las elecciones, con el número de votos que hubiese obtenido cada partido.
Así, dicho a bote pronto, suena bien ¿verdad?, quiero decir que la tarea es fácil y no requiere una preparación especial, ni un entrenamiento exhaustivo. Lo que no tuve en cuenta eran las dieciséis horas que me iba a pegar por el cole, dando vueltas de un lado para otro, de una mesa a otra, y aburrida como una mona. Pude salir un rato por la mañana para ejercer mi propio derecho al voto, y una hora para comer.
Puedo deciros que me pagarán (todavía no lo han hecho) ciento veinte euros y también puedo casi aseguraros que no creo que vuelva a repetirlo voluntariamente, a no ser que me toque presidente, vocal, o suplente en una mesa y no me queden más güitos, como ya me sucedió en las últimas generales.
¡¡¡Dios de los cielos infinitesimalessss!!! qué horror, qué cansancio, qué aburrimiento, qué desidia, qué petardeo, qué espanto...
No es nuevo que ando mal de pelas, noo? Pues bien... Todo empezó hará cosa de un mes. En el Ayuntamiento donde trabajo le oí comentar a una compañera, de edificio, no de empresa (ya sabéis que trabajo sola, como los asesinos a sueldo de las pelis) que estaban tomando nota de personas interesadas en trabajar el día de las elecciones del día 27 de mayo. Ante mi escasez de liquidez, agudicé el oído y me enteré de donde había que apuntarse, de cómo, de cuándo y sobre todo del cuánto, que era lo que más me interesaba.
Se trataba de estar, desde un poco antes de la apertura de los colegios, y hasta el fin del escrutinio, en uno de ellos, el que te tocara en suerte, y hacer unas cuantas llamadas a lo largo del día, comunicando, al Ministerio del Interior, los votos acaecidos hasta ese momento. Luego, a partir de las ocho de la tarde, hora en que se cierran los colegios, estar presente en el recuento de votos y recoger una serie de actas. Terminaríamos comunicando, cuando todas las mesas hubiesen terminado, el resultado final de las elecciones, con el número de votos que hubiese obtenido cada partido.
Así, dicho a bote pronto, suena bien ¿verdad?, quiero decir que la tarea es fácil y no requiere una preparación especial, ni un entrenamiento exhaustivo. Lo que no tuve en cuenta eran las dieciséis horas que me iba a pegar por el cole, dando vueltas de un lado para otro, de una mesa a otra, y aburrida como una mona. Pude salir un rato por la mañana para ejercer mi propio derecho al voto, y una hora para comer.
Puedo deciros que me pagarán (todavía no lo han hecho) ciento veinte euros y también puedo casi aseguraros que no creo que vuelva a repetirlo voluntariamente, a no ser que me toque presidente, vocal, o suplente en una mesa y no me queden más güitos, como ya me sucedió en las últimas generales.
¡¡¡Dios de los cielos infinitesimalessss!!! qué horror, qué cansancio, qué aburrimiento, qué desidia, qué petardeo, qué espanto...