La oficina
A veces hablamos del trabajo como algo tedioso, bueno, supongo que no siempre, y no todo el mundo, pero por norma general tendemos a quejarnos de eso tan famoso de: "¡¡... y mañana a currar!!".
Yo he tenido durante mucho tiempo un trabajo bonito, que me gustaba realizar. Me levantaba por la mañana y, sin pereza alguna, me iba directa a la ducha, como un rayo, porque me gustaba llegar a mi sitio y realizar ese trabajo. Aunque es cierto que cuando estaba ahí también me quejaba de algún modo, no de las tareas en sí, pero sí de la soledad, porque yo, donde estaba, no tenía compañeros. Otras veces protestaba por lo inquisitivo de mi jefe, por lo perfeccionista y lo tremendamente pesado que era a veces.
Ahora recuerdo todo eso y no puedo evitar echarlo de menos. Tenía muchas ventajas. Si había mucho trabajo me lo comía yo todo, si no lo había, me organizaba la mañana para hacer lo poco que hubiese y luego hacer cositas mías, que me producían placer..., no discutía con nadie..., bueno, sí, con mi jefe muchos días, pero ahora eso lo recuerdo como algo nimio, y seguramente para mi no lo fuera en ese momento..., lo que me hace pensar que solemos idealizar las cosas pasadas, las situaciones e incluso las personas que una vez conocimos y que ya no están, y que, con el paso del tiempo, quitamos hierro a las cosas malas y solo mantenemos las buenas en el disco duro de nuestro pequeñito, selectivo y caprichoso cerebro.
Un besito muy fuerte en este día tan frío.