Ayer tuve un día espantoso. Uno de esos días en los que uno preferiría no haberse levantado, que hubiese saltado en el calendario, del 20 al 22.
Había quedado por la noche, y, francamente, no me apetecía nada salir. Pensé en no acudir a la cita, pero no tenía el teléfono de nadie, así que me obligué.
Salí de casa muy pronto, sobre las siete menos cuarto, más o menos. Podía haber problemas de aparcamiento, así que decidí llegar pronto y luego tomarme un café... y así lo hice. A las 7,30 entré en una cafetería del paseo extremadura y estuve haciendo tiempo, hasta menos diez, que pagué y salí a la calle. Qué frío hacía! Iba forrada pero había partes de mi cuerpo que quedaban al descubierto, como la nariz, las manos, el pelo..., y parecía que el viento te cortaba con un cuchillo. Me hizo bien sentir ese frío...
Conforme me acercaba al metro donde habíamos quedado iba mirando por si veía a la única persona a la que conocía fisicamente, Madame M, pero no la vi. De pronto, alguien se abalanzó sobre mí dándome un gran abrazo, y era ella, la primera, puntual, puntualísima... ¡me gussssta!
Y ahí empezó la noche.
Más tarde llegó un segundo miembro, Davidik. Otro abrazo, esta vez de oso, oso siberiano, por supuesto... Y luego, fueron llegando, ya en el sitio donde íbamos a cenar... Corderetas con una amiga de Madrid, y al final, sí, a pesar de todos los inconvenientes, llegó Lamari, aún teniéndo algún que otro percance en sus pestañas.
Y así fue como nos juntamos 6 personas que no se conocían entre sí (la mayoría), pero sabiendo muchas cosas los unos de los otros, y con muchas cosas también en común. Sencillamente pusimos cara a unos cuantos corazones que ya estaban unidos, desde hacía algún tiempo, y que lo seguirán estando ya, pase lo que pase.
Marcaré el día 21 en el calendario. Qué suerte he tenido de poder vivirlo.
Un abrazo muy fuerte para todos!